breve historia de un amor...
Ella estaba detrás del mesón, dedicada a servir las bebidas que los asistentes a la peña a beneficio compraban. Creo que mucho de lo que se vendió esa noche se debe a que ella estaba detrás de ese mesón.
Yo no reparé en ella si no hasta que nos bajamos del escenario. Nos sentamos en una mesa a conversar acerca de nuestra actuación y a comer lo que nos sirvieron. Ibamos, como tantas otras veces, gratis a tocar nuestro repertorio de canciones latinoamericanas con contenido, de ese que tanto gusta la gente oir en peñas y encuentros de barrios, pero que se diluye a la luz de otros intereses en la vida diaria. nuestros rostros denotaban cansancio. Nos hizo bien la empanada y el vino navegado. Comencé entonces a mirar el lugar, todo estaba escasamente iluminado, me parece hoy y pude distinguir su rostro iluminado por las bombillas que daban lumbre a su puesto, su puesto detrás del mesón,
No pude sacar los ojos de su rostro. Creo que ella me vió y tengo la sensación de que se sonrojó ante la persistencia de mi mirada. ¿Qué otra cosa podía hacer si no mirarla?
Desfachatadamente caminé hacia ella después de comprender que la conversación en la mesa no la escuchaba ya más, pués todo dejó de tener sentido cuando la ví.
Recuerdo haber escuchado su voz cuando le pregunté sobre lo que vendían, recuerdo que hasta un tipo se le acercó y le dijó algo que no recuerdo o que recuerdo pero ya no tiene importancia.
Recuerdo su rostro, su maravillosa sonrisa, sus ojos como pozos sin fondo, sus labiós hechos de la sangre que me corre por las venas, su blanca piel de blanco terciopelo, su canto... por que su voz me canta...
La recuerdo ahora mientras me sumerjo en la atónita angustia de no verla y no sentirla mientras cierro la cortina dejando todo el mundo afuera.
Yo no reparé en ella si no hasta que nos bajamos del escenario. Nos sentamos en una mesa a conversar acerca de nuestra actuación y a comer lo que nos sirvieron. Ibamos, como tantas otras veces, gratis a tocar nuestro repertorio de canciones latinoamericanas con contenido, de ese que tanto gusta la gente oir en peñas y encuentros de barrios, pero que se diluye a la luz de otros intereses en la vida diaria. nuestros rostros denotaban cansancio. Nos hizo bien la empanada y el vino navegado. Comencé entonces a mirar el lugar, todo estaba escasamente iluminado, me parece hoy y pude distinguir su rostro iluminado por las bombillas que daban lumbre a su puesto, su puesto detrás del mesón,
No pude sacar los ojos de su rostro. Creo que ella me vió y tengo la sensación de que se sonrojó ante la persistencia de mi mirada. ¿Qué otra cosa podía hacer si no mirarla?
Desfachatadamente caminé hacia ella después de comprender que la conversación en la mesa no la escuchaba ya más, pués todo dejó de tener sentido cuando la ví.
Recuerdo haber escuchado su voz cuando le pregunté sobre lo que vendían, recuerdo que hasta un tipo se le acercó y le dijó algo que no recuerdo o que recuerdo pero ya no tiene importancia.
Recuerdo su rostro, su maravillosa sonrisa, sus ojos como pozos sin fondo, sus labiós hechos de la sangre que me corre por las venas, su blanca piel de blanco terciopelo, su canto... por que su voz me canta...
La recuerdo ahora mientras me sumerjo en la atónita angustia de no verla y no sentirla mientras cierro la cortina dejando todo el mundo afuera.
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