Friday, January 25, 2008

Crónica Mendoza I

La partida desde Santiago fué como siempre incómoda. Un terminal lleno de gente y como todas las veces muy desordenada y prepotente. Caos. La llegada del bus de CATA, la empresa de transportes, me hizo sentir mejor. Un bus de dos pisos, impecable y una atención excelente me hizo olvidar las molestias anteriores aun cuando dormir en buses siempre ha sido incómodo para mi y mi cuello aún me lo recuerda.
En la frontera de Chile con Argentina el trámite fué "rápido", Solo estuve 2 horas esperando que los agentes de ambos paises terminaran de revisar los documentos y luego pusieran los bolsos en la máquina de rayos X para detectar posibles sustancias u objetos ilegales. Vuelta al sueño por capítulos.
El terminal de Mendoza esta convenientemente cerca de la carretera. La ciudad no es muy grande y rápidamente es posible ubicarse. Al principio me desilusionó tanta basura en la calle y los olores que emanan de las canaletas abiertas de las calles que rodean al microcentro, un aire a ciudad dormida en el tiempo me invade sin embargo no me sentía acogido en esas calles con gusto a provincia. Rodeo el hospital y las calles aledañas visitando hostales y residenciales, buscando el mejor precio y limpieza. Me quedo con el dato recibido de una chica en el terminal, donde fuí asaltado por varias personas que ofrecían siempre "lo mejor".
Acercandome al centro el panorama cambia y deja paso a la ciudad turística. El paseo peatonal Sarmiento desemboca en una hermosa plaza de la Independencia, la principal rodeada por cuatro plazas equidistantes una de las cuales se llama Chile. El culto a sus héroes es sobrecogedor, todas las calles recuerdan al ejercito libertador y sobretodo a San Martín.
En una tarde recorro las calles principales y me entero de las particularidades culinarias de la ciudad. Cuando pregunto por una pizza con ingredientes como carne o choricillos, me miran con cara de herejía añadiendo luego que "así no se prepara la pizza", me quieren mandar de vuelta al manicomio. Ciertos sabores terminan por hacerme abandoran una "tabla" y si bien el precio es muy conveniente para nosotros, da angustia tener que perder la comida que uno ha pedido por desconocer el tipo de cosas que gustan por estos lares.
Me toca también hacer reclamos diversos en mi estadía. El lugar donde me alojo es una casa que tiene una pieza que se usa para efectos de alquiler, sin embargo no es una residencial, me entero luego de haber hecho el trato. Estoy en una casa, donde la vida familiar contrasta con mis afanes de turista. Incómodo, así me siento en medio de la cotidiana vida de estas personas, sobretodo de la chica que es la "encargada" del "negocio". Cando le pago, solo tengo dólares y me saca la cuenta, le pago, pero al cambiar en el centro me doy cuanta que me ha cobrado 5 dólares más, al cambio actual del precio fijado en pesos argentinos. Llégo al fin del dia, luego de los habituales paseos turísticos, a pedirle que me de el vuelto. no le gustó mucho eso y su cara de nada se le sumó ahora la frialdad del hielo. Me siento aliviado cuando abandono ese lugar el tercer día, fue una buena lección para mi bitácora de viajero.
Cerca de la 1 de la madrugada, despues de tomar algo en un pub de Sarmiento, camino por Av. san Martin busando un taxi, camino algunas cuadras para pagar menos, siempre ahorrando. Mis ganas de ahorrar se terminan cuando comienza a llover, primero timidamente, luego a cántaros. El taxista, detiene el vehículo y le digo mi destino. Él avanza varias cuadras y con cierta molestia le digo que se ha pasado, sigue adelante preguntandome si es más adelante, le reprocho que en una ciudad tan pequeña no cabe la posibilidad de que no sepa de que estoy hablando. Da la vuelta y sigue mirando y con cara de perdido. Le pido que le pregunte al "remis" (taxi) que esta al lado. El taxista le da algunas indicaciones, luego en el semáforo siguiente termina de darle la información y le indica que "Uruguay es la continuación de San Luis". Fue tan poco placentero darse cuenta que tomé el taxi a una cuadra de la calle antes mencionada y mi rostro hablaba por mi. Al llegar el taxista me da el total y me niego a pagarle lo que me dice, le doy un billete de cinco pesos, la mitad de lo que el taximetro decía y 80 centavos más de lo que regularmente sale un taxi desde el lugar que me hospedaba al centro. El no tiene ganas de discutir y recibe el dinero, yo cierro la puerta molesto.
El siguiente día sería bastante más reconfortante...

1 Comments:

Blogger Verito Spinoza said...

El informe pronto!

O lo repruebo!...


Hahahahaha
Nahhhh...

yo solo queria saber que tenia de entretenido...

En fin...

Friday, January 25, 2008 1:31:00 PM  

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