Monday, November 24, 2008

Entre luces y sombras.

De noche Santiago se pierde entre luces que anuncian la ilusión de lo imperecedero, de una felicidad buscada hasta el cansancio, de ese momento que podamos eternizar luego en verborrea hasta que otra luz nos encandile y sea nuevamente verborrea para no caer en el silencio, para no escuchar lo que detrás del ruido de los autos, buses, voces, estridencias, microondas, se esconde a la espera de ser percibido.
Sábado...
Madrugada en un paradero de la Alameda, después de bailar hasta quedar exhausto, espero el bus. Agobiado por los grupos de personas que pasan, pues a esa hora los seres humanos se olvidan de ciertos consensos y picaneados por el aguijón del etílico vuelven a ser bestias, con el perdón de las bestias.
Larga espera. Dejé pasar varios puesto que solo llegaban al paradero 9 de pajaritos, yo vivo en el 15. No me iba a bajar ahí, estaba decidido, esperaría por otro y otro, otro, otro...
Por fin el bus.
El bus se detiene en el 7. Miré curioso a la gente que bajaba y luego corría hasta lugares mas iluminados, donde otra gente esperaba otros buses. Yo me preguntaba en que extraños tiempos vivimos, en que nos hemos convertido. Temor, miedo, pánico.
Logre sentarme puesto que quien ocupaba el asiento frente a mi se bajó. Agradecí podes descansar los huesos por fin. Los pies me mataban. Luego divagué por no se que lugares de mi mente, debido al sueño de seguro. La mente comenzaba a encontrar calma.
El bus hace un movimiento extraño dos paraderos más adelante, se escuchan las ruedas chirriar, la bocina suena y posteriormente se oye un sonido sordo, un golpe.
Desde mi asiento, de esos elevados que tienen los buses del Transantiago pude ver rodar a nuestro lado el cuerpo de alguien. Era un cuerpo menudo, delgado, que quedó tirado justo delante de la puerta de salida de la parte trasera de la inmensa oruga.
Recordé el accidente de unos meses atrás, de como entre el nervio del gentío se asomaba la estupidez y en vez de hacer algo que ayudara terminaban por hacer más daño.
Me propuse ayudar, me tragué los sentimientos al ver a la chica , de unos 20 años de edad, sangrando por los oídos y comencé a recordar en voz alta, para todos y todas, que moverla podría acarrear más daños, que no sabíamos si tenia fracturas o hemorragias internas que pudiesen agravarse si era sometida a movimientos inexpertos, etc. Me sentí tranquilo cuando el sentido común asomó su rostro y las personas se calmaban y comenzaban a usar la materia gris.

Una chica, bombero, sacó el celular del bolso de la niña atropellada y llamó a la madre de esta que estuvo en el lugar en poco tiempo, antes que la ambulancia se la llevara. La madre venia temblando, su rostro temblaba mientras contaba que su hija se dirigía al trabajo.
Cuando llegó la ambulancia la chica estaba entrando en shock. Había recuperado la conciencia y sentía el dolor en todo su cuerpo. Sus manos tocaban su entrepierna, sus caderas, su cara y después comenzó a dar golpes a los que trataban de sostener su cabeza mientras gritaba. Estaba gritando cuando llegó una enfermera a su lado. La enfermera con voz firme la conminó a quedarse quieta "callate, quedate tranquila o te voy a amarrar" fueron sus palabras, estaba junto a ella cuando la enfermera las dijo. Me sorprendió, debo confesarlo, pero la chica obedeció y no dijo más. Fue sorprendente.
Más tarde algunos de los testigos del hecho comentaban que la chica venia de un carrete y que venia con trago. El argumento fue que la enfermera le había dicho "quedate quieta, callate o te voy a acusar". De ahí las conjeturas posteriores.
Un muchacho gritaba en contra del chófer, desgarrado ante la situación. Me acerqué y le explique que un bus con 80 personas debia pesar varias toneladas, que a la velocidad de 60 km/hr. era difícil que frenara en corto trecho debido a la inercia propia y la fuerza del peso y blah blah. El muchacho dejó de vociferar y me miró como diciendo "ok ok entendí.."
El conductor tenía su escena aparte. Gritaba en contra de la niña tendida en el suelo, solo. Me acerqué a él y le dije que se tranquilizara. No había sido su culpa, una micro entera estaba de testigo, me pidió los datos para testificar, se los dí. Se dió a la tarea entonces de buscar otros testigos.
Me sorprendió constatar que la estupidez humana logra sobrevivir aún en estos casos donde la vida se muestra en toda su verdad.
Imbuido de mi curiosidad me dispuse a recrear en mi mente todo lo ocurrido y fui hasta el frente del bus donde pude ver las huellas de lo que había pasado. No soy experto , esta claro, pero logré conjeturar algunas cosas.
El conductor gracias a la maniobra le salvó la vida a la muchacha. No le dió de lleno si no que alcanzó a mover el bus lo suficiente y el golpe fue dado con la esquina redondeada de la parte delantera del bus. La fibra de vidrio estaba dañada dando cuenta que el golpe primero fue en el cuerpo. El parabrisas estaba trizado, la trizadura tenía esa tipica forma de tela de araña pero el centro de la trizadura estaba por debajo de la goma que cubre al parabrisas. La cabeza habia golpeado en la goma. de haber sido en el parabrisas, que se yo que hubiese ocurrido.

Y es que después de todo eso y habiendome alejado de el tumulto y de mi racionalidad y mi vestidura de acero, hallé un espacio de silencio.
Llamé a mi mujer... Lloré, desahogándome de la tensión por fin liberada. La vida nuevamente hablaba con ese lenguaje que hemos insistido en olvidar. Una enorme sensación de fragilidad me inundó, me inunda. Brillemos, entre las sombras de esta incertidumbre demos luz, quizás mañana no halla posibilidad de hacerlo, ser felices hoy, cada segundo, cada instante, el resto es comida de gusanos.

1 Comments:

Blogger Berny said...

Llamé a mi mujer en un espacio de silencio...de fragilidad.



Somos tan frágiles no?

Tuesday, November 25, 2008 11:12:00 AM  

Post a Comment

<< Home


Santa Fe Lasik